En primer lugar hay que detallar que cuando hablamos de trastornos de conducta no estamos haciendo más que describir un comportamiento que consideramos socialmente inaceptable. Este puede atentar contra otros y perjudicar al propio niño ya que tienen como consecuencia un deterioro social, académico, cognitivo y emocional.
Los problemas de comportamiento en los niños no son un problema estático. No es algo que aparece de repente, coge forma y se queda para siempre aunque busquemos ayuda a un especialista. Los problemas de conducta aparecen poco a poco, sin que a veces nos demos cuenta. La clave está en identificar qué está cambiando, qué está ocurriendo y cómo actuamos los padres o adultos que nos encargamos de la educación de los pequeños.
Los niños con problemas de conducta suelen mostrarse desobedientes. No es extraño que, asimismo, insulten, se hayan acostumbrado a mentir a quienes les rodean, se enrabieten con facilidad e, incluso, lleguen a mostrarse agresivos cuando se les lleva la contraria. Corregir a un niño con un trastorno de comportamiento, sin embargo, es posible. Y cuanto antes se empiece, más posibilidades de éxito se tendrá.
Los signos de advertencia
- Dañar o amenazar a otras personas, mascotas o a sí mismos
- Dañar o destruir las pertenencias ajenas
- Mentir, robar
- No tener buen rendimiento escolar, faltar a la escuela
- Comenzar a fumar, beber o consumir drogas prematuramente
- Actividad sexual prematura
- Rabietas y discusiones frecuentes
- Hostilidad constante hacia las figuras de autoridad
- Insultos, berrinches
- Gritos y enojos con facilidad
Pasos para corregir los problemas de conducta
Entre otras pautas, concretas para cada caso individualizado, desde Psicoalfaro os queremos proponer las siguientes:
- Claridad. Cuando se dan instrucciones al niño, es importante ser claro y preciso. No es lo mismo decirle «pórtate bien», o «no te portes mal», que decirle qué es correcto y qué no lo es.
- Coherencia y constancia. Un padre que riñe a su hijo por un determinado comportamiento, debe hacerlo siempre que lo detecte de nuevo. Hay que tener en cuenta, asimismo, que el pequeño observa su entorno y lo imita: no sería correcto desaprobar una conducta que contempla de forma habitual en su familia.
- Consenso y complicidad. Es necesario que todos los miembros de la familia, y de fuera de ella con responsabilidad sobre el niño, apliquen las mismas pautas a la hora de enseñar al pequeño buenos hábitos de conducta. Todos deben permitir, o no, las mismas actuaciones.
La colaboración de la familia, es imprescindible para un éxito completo en la erradicación de esos comportamientos indeseables. Debemos establecer normas, límites y pautas de actuación alternativas con las que el niño exprese las emociones que siente en cada momento.